Emprender: Cuestionando las barreras.

Quiero contarte una historia, cuando estaba estudiando siempre tuve mucha inquietud por saber qué pasaría una vez que me recibiera. Esta inquietud por momentos se transformaba en una obsesión, al punto que conversaba sobre mi futuro laboral con quien fuera que se me cruzara por la vida: compañeros, profesores, conferencistas, y hasta parientes – no te recomiendo llegar a este nivel :) –

Recuerdo una época en la que viajaba mucho desde La Plata hacia la ciudad de Buenos Aires para asistir a alguna charla, mi principal objetivo era hacerles a todos las mismas preguntas ¿cómo empiezo? También aprovechaba cada situación para pedir las tarjetas personales de cada panelista, conferencista, disertante, para estar en contacto de alguna manera, primero a través del correo electrónico, luego a través de las redes sociales.

De todo este impulso, lo que quiero destacar, es que me movía cierta urgencia por lograr algo, debo agregar algo muy bueno en medio de esas urgencias, que en un momento se transformaban en adrenalina, que me impulsaba a seguir en esa búsqueda, aunque no supiera con certeza, si iba a llegar a algo.

En cada charla, cada intercambio, sonaba cada vez más la palabra emprender, como respuesta a todo, en cada charla, póster, anuncio, por lo que en un momento entendí que era la vía indicada para alcanzar mis sueños de trabajar en mi profesión.

Emprender ¿de qué se trata?

Emprender es un término muy utilizado, especialmente cuando se trata de concretar nuestros sueños y anhelos respecto de lo que queremos ser, nos lleva naturalmente a aquello que llevamos dentro.

Cuando pensamos en nuestra realidad ideal, ponemos en perspectiva aquello que queremos hacer, trabajar de lo que estudiamos, de lo que nos gusta, transformar ese pasatiempo en nuestra actividad principal, ser la persona en la cual nos queremos convertir.

Una aclaración importante: emprender comprende muchas áreas, según el caso de cada persona, se puede dar dentro de un esquema formal de empleo, un proyecto paralelo, o bien una combinación de ambos, es decir que no tiene que ser  exclusivamente una actividad independiente o unipersonal. 

Concretar nuestros sueños puede ser una actividad bastante ardua, ya que la vida nos presenta una serie de “pruebas” u “obstáculos” entre nuestra situación actual y aquella que queremos lograr, a estos elementos los llamaremos, a modo de ilustración “barreras”

Las barreras a nuestros sueños

Cada vez que pensamos, soñamos, proyectamos, se despiertan como por arte de magia varias barreras, de las cuales podemos tomar a modo de ejemplo las siguientes:

– No tengo el tiempo suficiente para dedicarle a mi emprendimiento.

– Es un esfuerzo muy grande.

– Es muy arriesgado, me genera incertidumbre.

Y así podríamos seguir… hoy te propongo lo siguiente, no temas, no voy a venir con los clásicos comentarios del que quiere puede bajo cualquier circunstancia, para nada.

Comencemos con pequeñas acciones

Te propongo un ejercicio muy pero muy simple en dos pasos: 

Paso 1: hagamos preguntas a esas barreras para ponerlas a prueba, siguiendo con el ejemplo anterior.

– No tengo el tiempo suficiente para dedicarle a mi emprendimiento.

Pregunta: ¿Cuánto es el tiempo suficiente? ¿Debo dedicarle mucho tiempo de corrido? ¿Puedo dedicarle menos tiempo por día pero manteniendo una constancia?

– Es un esfuerzo muy grande.

Pregunta: ¿Qué entiendo por esfuerzo? ¿Hoy en día no estoy haciendo un gran esfuerzo de todas maneras? ¿Mi esfuerzo de hoy es sobre algo que me interesa?

– Es muy arriesgado, me genera incertidumbre.

Pregunta: ¿Cuál sería el riesgo? ¿Qué haría si supiera que no voy a fracasar?

Paso 2: El análisis anterior a través de las preguntas nos hacen reflexionar sobre nosotros mismos, es decir, cómo respondemos ante estas cuestiones.

Por eso, una vez que hemos “ablandado” la situación a través de ellas, te propongo que realices un plan comenzando de a poco, para ir creciendo y afianzando tu confianza.

– Piensa en un objetivo bien concreto, por ejemplo: 

“Quiero presentar mis ideas a potenciales socios”

“Quiero crear el perfil de mi emprendimiento para una red social”

“Quiero comenzar mi sitio web”

– En base a ese objetivo: realiza un acuerdo contigo:

“Voy a dedicarle una hora por día”

“Voy a redactar tantas páginas”

“Voy a conectarme con tantas personas”

¡Ahora sí adelante! Ya tienes el objetivo y las acciones para realizar, siempre es bueno comenzar por algo y mantenerlo.

Entonces: 

– Poné esos objetivos por escrito, de la manera que más te guste, escritos, dibujados, con collages, impresos, o todas las anteriores, todo lo que te inspira es muy valioso y hay que ponerlo en práctica.

– Proyecta un número de acciones que te acerquen a tu objetivo, pueden ser 3, 4 , 5, lo importante es que lo que te propongas te lo cumplas, será un gran vínculo con tu proyecto.

– Rodéate de las personas que te den sus aportes, consejos, personas que entiendan de tu proyecto para que te puedan dar feedback.

¿Cuándo comienza tu emprendimiento?

Escribe: Hernán Couste

hernan couste

Somos lo que priorizamos

Esta es una visión personal que les comparto sobre una de las preguntas más recurrentes de nuestras vidas: ¿Quiénes somos?

La Filosofía, las ciencias, la Fe, han intentado dar su versión para responder a este interrogante ¿quiénes somos?

Algunas respuestas que obtenemos en los distintos ámbitos en los que nos desempeñamos hablan de algunos ítems que se repiten una y otra vez:

  • Somos lo que hacemos: por lo general se refiere a que nuestros actos nos reflejan, y que en cada cosa que realizamos estamos demostrando quiénes somos.
  • Somos lo que decimos: en este caso los ejemplos se refieren a aquello que pronunciamos con nuestra voz, porque en nuestra comunicación se refleja nuestra esencia.
  • Somos lo que comemos: esta afirmación se repite bastante y hace referencia a las características de nuestros alimentos, los cuales darían claves para describirnos como personas.

Sin intención de contradecir ninguna de estas teorías, quiero compartir con ustedes mi visión, para acercar otro punto de vista a esta pregunta, que nos resulta clave.

Somos lo que priorizamos:

Quiero invitarte a pensar, en este mismo momento que estás leyendo esto, si pudieras hacer lo que quisieras ¿qué harías?

Vamos a darle un marco a este ejercicio:

Te dicen en tu trabajo, en tu casa, en todas partes donde te desempeñas día a día, que vas a tener una semana libre, siete días para vos, sin necesidad de justificaciones, puedes hacer lo que quieras.

Puede ocurrir que en un primer momento pienses en realizar una actividad que tengas pendiente, puede no ser de tu trabajo, puede ser alguna salida, un curso, una reunión con familiares o amigos, o puede ser todo lo anterior.

Pero espera un momento, esas cosas que querés hacer no tienen que ser ninguna tarea, nada relacionado con la llamada “productividad” puede ser algo que te encante, y por alguna razón lo estás posponiendo.

Ahora redoblemos la apuesta: tienes una hora para vos, una hora en la que todo tipo de control desaparece, no hay nadie supervisando, nadie observando, solamente tú y tus reglas.

Y te digo una cosa más, no tienes que contarme ni a mi ni a nadie qué es lo que harías.

Entonces… sin justificación, sin control, sin necesidad, sin ninguna culpa y sin explicaciones, eso que harías, es lo que priorizas.

Como te dije mas arriba, esta es mi visión y te cuento por qué:

No siento que seamos lo que hacemos, muchas veces actuamos con condicionamientos, más de lo que quisiéramos.

Tampoco siento que seamos lo que decimos, ya que existe la posibilidad de callar algunas cosas y reemplazarlas por lo opuesto, según la situación.

De la misma manera me ocurre con lo que comemos, ya que en muchos casos no somos quienes decidimos qué comer: desde la disponibilidad de alimentos hasta las indicaciones que nos pueda dar alguien.

Pero si tuviéramos todo a nuestro favor, bajo nuestras condiciones, nuestras propias reglas sin tener que explicar o justificar nada, seríamos eso, lo que priorizamos.

Una buena manera de ejercitar tus prioridades y reconocerte es haciendo este ejercicio de preguntarte cómo serías en ese contexto.

Puedes aplicarlo a muchas cosas como:

  • ¿Cómo sería tu casa? dónde estaría vale cualquier geografía
  • ¿Qué cosas serían las más importantes de tu día? pueden ser por diversión, emprendimientos, anhelos, sueños.
  • ¿qué personas elegirías para que te rodeen en el día a día? valen todas las personas de tu mundo con o sin relación.

Te propongo que hoy te armes una lista de todo, con todos los detalles, y tenerla presente para que cada elección que hagas tenga tu esencia, y que puedas alcanzar tus prioridades.

Hernán Couste

El camino por delante

Tener el camino por delante es sentir que nos falta mucho por recorrer, aunque esa medida de distancia depende de los objetivos que nos podemos haber planeado de antemano, o bien siguiendo un plan preestablecido, como puede suceder, por ejemplo, en un curso de formación o en el trabajo, cuando debemos responder en base a un cronograma de actividades.

“La vida es un viaje, no un destino” dice la canción “Amazing” de la banda Aerosmith, esa noción del viaje o el camino como centro de atención es también un concepto repetido en varios ámbitos relacionados al coaching, el liderazgo y actividades relacionadas.

En mi vida ligada a la promoción turística me he visto reflejado constantemente en esta afirmación, y para contarte mi experiencia, te quiero compartir lo que significa para mí “El Camino por delante”

En el año 2013 la vida me llevó por primera vez a la provincia de Mendoza, la tierra del buen vino, la cordillera y la inmensidad de los paisajes en un tour de prensa, para realizar notas y fotos de la localidad de Malargüe, hoy en día un sitio muy querido para mí.

En ese momento me encontraba en un quiebre importante en mi vida, tenía por delante una toma de decisiones sobre el camino que debía tomar, por un lado mi profesión en forma independiente, y por el otro la urgencia de un empleo seguro (si es que eso existiera) con un sueldo asegurado por mes. 

Este viaje no era uno más, yo vivía en La Plata, y horas antes tenía que presentarme en una entrevista laboral en una agencia importante de comunicación en Buenos Aires, con los viajes interurbanos de por medio, volver a La Plata y de ahí una vez más a Buenos Aires para tomar el bus que me llevaría a Mendoza.

Comencé la jornada muy animado, viajé temprano a Buenos Aires, me hice un tiempo para almorzar en el bello barrio de Belgrano, para llegar a la entrevista en óptimas condiciones, la misma se dió de muy buena forma, al menos desde mi percepción, volví a La Plata en forma precipitada para buscar mi equipaje y salir para Retiro, la terminal de Buenos Aires desde donde, al fin, me subiría al bus rumbo a San Rafael, y luego a Malargüe, en un viaje que llevaría alrededor de 14 horas.

Con la certeza de tener definitivamente un gran camino por delante, me puse mis auriculares y me dediqué a mirar por la ventanilla el recorrido, luego de la cena en el bus, seguí mirando las estrellas con la música en mis oídos hasta quedarme dormido, por delante tenía un gran programa de viaje, incluyendo conocer el Valle de Las Leñas y sitios legendarios como el Pozo de las Ánimas y la Laguna de la Niña Encantada, cerrando con la Fiesta de la Nieve, todo prometía ser una experiencia súper feliz.

Me despierto con la primera claridad del amanecer en plena ruta, y mientras pasamos por un poblado, el teléfono capta señal y veo que me llega un mail acerca de la entrevista que había tenido justo antes de viajar, las palabras ya tenían cierta apatía antes de leerlas, me comunicaban que finalmente habían decidido contratar a otra persona, y textualmente: “si te sirve de algo, te tuvimos en cuenta hasta la última instancia” destacaban mi empuje pero era clave que no vivía en Buenos Aires.

Con una sensación de derrota mundial llegué a San Rafael muy temprano, y tras una espera en la terminal en la cual tomé un café que todavía recuerdo, me subí al segundo bus que me llevaría a mi destino, una vez más tenía el camino por delante, para dejar atrás la mala noticia de ese mail, en la terminal me conecté al portal para el que trabajaba y subí varias noticias turísticas que tenía en agenda

Cuando el bus tomó el camino a Malargüe, luego de dejar la ciudad cruzó unas lomas y pude ver a lo lejos, por primera vez en directo, la maravillosa Cordillera de los Andes, y ví, una vez más, el camino por delante.

La ruta que une San Rafael con Malargüe parece sacada de otro mundo, al marco de la Cordillera se le suman planicies con montañas y volcanes. Para el viajero que la transita por primera vez, es una invitación a perderse en su inmensidad.

Quiso el destino que mi primer recorrido por esa ruta fuera con mis emociones muy despiertas a raíz de lo que les conté anteriormente, aún así, los paisajes y el movimiento tomaron un primer plano inmediatamente, y así, entre diálogos imaginarios sobre cómo las cosas podrían haber sido de otra manera, llegué a Malargüe por primera vez, aún no lo sabía, pero ese viaje sería el inicio de una nueva etapa para mí, de indagarme, repreguntarme y registrar cómo me sentía respecto de mi vida y hacia dónde quería ir.

Notas de viaje:

Cuando algo nos toca las emociones, estamos como quien diría “con el corazón abierto” nos volvemos muy receptivos, más que en cualquier otra oportunidad, se nos graban imágenes, personas, canciones, paisajes, olores, sabores, sensaciones, al punto de volver sobre ese sentir cada vez que las vemos o escuchamos, una canción nos puede llevar a un lugar, a un tiempo determinado.

Las emociones también nos hacen vivir la vida con un sentido muy fuerte, quizás sea por eso que en cada viaje, cada encuentro especial, nos deja música que sonará distinta de ahí en adelante, personas con las cual será una alegría reencontrarnos (o todo lo contrario), lugares, rincones, que desde ese momento, pasarán a ser especiales para siempre.

Hernán Couste